jeudi 8 août 2013

EL SALARIO DE LA VENGANZA Llegada a Francia. Cap. 8



Las nubes se apartaban a nuestro paso, para dejarnos ver la gran ciudad de París.
Mi amada cerro su mano con la mía y me susurro bien venido a casa.

Esa noche la pasamos en el gran apartamento de Joan y su familia. La cena fue suntuosa, la maitrese de maison aseguró. 
Fue una larga noche llena de caricias y recuerdos de dos hermanas, que no se veían desde hacia ya algunos años. Descubriendo dos sobrinos,
que en la gran sala de juego, iniciaban a su prima en juegos de trenes y coches ruidosos.

Mientras las hermanas flotaban de alegría, nosotros pasamos al despacho.
Ayudándose de algunos escritos, que había preparado durante el viaje de Madrid a Barcelona.
Me expuso la marcha ha seguir, en lo que llamará “un lobo en el Redil”.

El Frances hilaba fino el jodió, necesitaba echarle sangre fría al proyecto, pero eso no era
un problema para mi.
Alas cinco de la mañana nos deslizamos cada mochuelo en su Olivo.

Los cuatro cogieron una semana de vacaciones y nos acompañaron ha preparar la nueva casa en el Este de Francia.
Cuando llegamos a Nanci tuve el mismo sentimiento de gozo, de cuando vi desde arriba París, La cuñada y mi amada nos hicieron ganar la ciudad desde lo mas alto y pudimos ver en la hondonada las casas ordenadas lamiendo las laderas de las montañas,
que rodean el que seria nuestro hogar durante mas de dos décadas.
Paró el coche en una calle sin salida en el numero tres, entramos en un patio rodeado de magnificas rejas forjadas, sabiamente trabajadas, por las manos de artesanos, que eran los mejores trabajando el hierro del gran este. 
Donde ala época quedaban algunos altos hornos en funcionamiento.

La puerta se abrió y con un estruendoso bienvenue, aplaudieron nuestra llegada toda la familia Francesa, de beso en beso fui conociendo a cada uno de ellos y la dependencias de la casa. 
Decoradas con muebles robustos de Roble, que avían satinado con tintas verdes y amarillas, dependiendo de la pieza Y que daban alas estancias una luz reposante.

La vieja resaca que arrastraba, no fue razón de peso ante los numerosos cuñados, que me tendían jarras de Picón birra , que gente más deliciosa mente borracha.



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