lundi 27 mai 2013

EL HOMBRE BARATO.

En las grandes plazas 
que el hombre ha creado,
se congrega el ser,
que cuesta barato.

En sus furgonetas
los llevan al tajo,
un trozo de pan,
una vieja chabola
y están bien pagados

De sol a sol,
con sus cuerpos doblados,
sacan de la tierra
lechugas y nabos.

Y el patrón las vende,
allí donde compra,
la mujer del hombre, 
que sale barato.

Ya es tarde, todo sea apagado,
yo salgo esta noche,
ha olvidar el pasado...

De un hombre sensato
de fuerza tranquila,
que ama su trabajo.

¿Que han echo de mi,
porque me han lisiado?

Mirando mi vaso
lo bebo de un trago.

Con el alma rota,
gana la mañana,
delante sus hijos
y su buena amada.

Haber como explica
porque esa mirada,
del ser que ha dejado
su fuerza en la nada.

Lo habían adiestrado
ha coger su coche,
en los altavoces
le venden barato.

Pero no hubo nadie
que les enseñara,
como defenderse
del astuto “amo”

Les puso un espejo
delante de ellos,
para que no vieran,
ni mujer ni hermano.

Desde muy pequeñas
le inyectan en vena,
esas barbis muertas
vestidas de reina.

Pero no hubo nadie
que las ensalzara
y vistiera el aire,
de dulce nobleza.

Ahora en España
queridos testigos,
faltan las mañanas
de ir al trabajo.

Haber como explica
a familia y amigos,
porque esta locura,
hace un hombre barato.

Migueliux.

samedi 18 mai 2013

EL SALARIO DE LA VENGANZA. CAP.5. CARAS NUEVAS.




La preocupación de los doctores se alejaba cada día un poco más, hasta que una noche, empecé ha dar señales inequívocas de mejoría y después de veinte días en el coma me desperté.

Cuando abrí los ojos, estaba rodeado de un montón de sombras, que no llegaba ha distinguir, poco a poco, fui recobrando mi espíritu. Después de algunos análisis, preguntas y consejos, salieron de la pieza, dejándome asolas con Carlos.

Llegaba al instante, se sentó y mirando sus zapatos dijo, la hemos perdido. Me explico hasta donde conocía, que después de una exhaustiva búsqueda solo habían encontrado la moto en el puerto.

Con los calmantes haciendo efecto, le dije, encontrarla no olvides que tenias la obligación de protegerla ¿donde estaban los hombre que tenían que ocuparse de su seguridad?
Prometiéndome buscarla salió. 
Poco a poco me vi inmerso en una especie de colocon de serenidad y final mente me dormiría.

Tres semanas después llegó Carlos con la ambulancia para trasladarme hasta su clínica.
Donde me disponía ha pasar los días necesarios, para las operaciones que hiciesen falta y mi posterior restablecimiento.

Subimos al Ferry en el puerto de la ciudad Condal y en la travesía me vinieron los recuerdos, todavía algo confusos. Según los informes, me avían encontrado Juan y su cuñado Antonio,
pescadores de la barceloneta, a dos kilómetros de la costa, hecho una mierda. Los Italianos me dieron fuerte y me dejaron caer como una piedra del barco, dándome por muerto.

Carlos entró en mi habitación, con un dossier que dejo en la mesita, para que leyera y firmara.
El cirujano me decía mientras yo miraba los contratos, espero que esto te ayude a calmar tu enojo hacia mi. Créeme siento mucho haberte fallado y estoy dispuesto, hacer lo que me pidas para, ayudarte a encontrar a tu chica. Devolviendo le los papeles le dije,
que no quería la mitad de la clínica, el cabreo se me pasaría cuando volviera haber a mi amada.
                                      
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Un avión privado me esperaba en el caliente suelo del pequeño aeropuerto, subí a bordo y ante mi se erguía Peeter que me hizo sentar¿ Así es usted la persona que reemplaza a Migueliux?. Estaba claro que entre los Italianos y Carlos no me conocía ni mi madre.
Le dije, que es irreemplazable, pero que haría todo lo que estuviera a mi alcance, para dejar esta cuestión zanjada cuanto antes.

Me propuso a su gente, yo le esplique mi plan y le dije que si era necesario me pondría en contacto con el. Media hora después aterrizamos en el aeropuerto del Prat.

El Alemán siguió su vuelo, yo cogiendo un taxi me dirijo al hotel. Después de darme una ducha y comer algo, estuve toda la tarde teléfono en mano, dando cita ha algunos antiguos colaboradores.  Casi retirados, eran reticentes ala idea de coger otra vez las harmas. 

Pero yo tenia los mejores argumentos, que eran borrar antecedentes y una suma de dinero que les cambiaría las vidas.

Alas ocho de la tarde, uno tras otro, aparecieron puntuales los siete hombres. De rasgos curtidos y serenos, gente en la que yo tenia plena confianza, grandes profesionales en lo suyo.

Tres de ellos me habían salvado la vida, en una ocasión. Yo a cinco de ellos, les ayudé ha salir vivos de un país Africano, donde trabajan como mercenarios a sueldo, del rebelde que perdió.

Señores se trata de salvar el orgullo Ibérico de algunos que no están dispuestos, que unos espaguetis disfrazados de madona vengan a tocarnos los cojones aquí en nuestra casa.

dimanche 5 mai 2013

SALARIO DE LA VENGANZA. MAFIAS Y CLÍNICAS. Cap:4



El auto circulaba en dirección de mi paraíso mi casa mi taller, mi mundo pequeño y hermoso, donde olvidó todos los males que la vida nos infringe.

Joan empezó a confiar en mi, cuando pudo contrastar las informaciones mías, con aquellas que escuchaba en la radio. Y desde la charla con su cuñada, me miraba más amablemente.

Y continué mi narración, cuando entramos en la ruta dirección Barcelona.

El verano de hace unos años, tenia que hacer un trabajo en Ibiza, el mismo que realicé, en otras islas. Dejar todo limpio de las mafias, que después de la muerte de Franco. Intentaban instalarse a cualquier precio, en nuestros pequeños paraísos tranquilos.

Una noche estaba invitado a aúna fiesta en un lujoso yate, que mojara en el puerto Ibicenco. Este pertenecía aun industrial Alemán, conocido por sus fiestas, en todos aquellos puertos.

Peeter el anfitrión y gran inversor, en todas aquellas islas, me hizo subir ala primera planta, donde se encontraba su despacho.
Un tipo de al menos ciento cincuenta kilos, de mala leche y buen vividor, rodeado de un lujo obsceno.

Sabia ser adorable cuando algo le interesaba. Con una gran sonrisa de bien venida, me invitó ha sentarme, en un esplendido sillón largo de cinco metros y en piel negra de pantera. Con algunas piezas, incrustadas de marfil y de oro blanco.

Fue  de inmediato a lo que le interesaba, ordenándome avanzar la cadencia de mi trabajo. Pues decía, que empezaban instalase
seriamente los Italianos y otros.

Sin dejarme hablar, siguió diciendo que si acababa mi trabajo, para navidad. Tendría un buen empezar de año, con una abultada cuenta en Suiza.

Yo que siempre voy a lo esencial. Le dije que si tenia carta blanca, aquello estaría zanjado rápidamente.

Con una sonrisa de pastoso, me propuso la ayuda que necesitara. Llamó a alguien de su equipo, diciéndole, haz subir alas chicas.

Me sirvió el mismo, un vaso de vino de vendimias tardías. Explicándome que las uvas para hacer este “divino” se recolectan alas cinco de la mañana, cuando hace una temperatura negativa. Para evitar que los gajos no se dañen, ya que son casi uvas pasas.

Aparecieron las cuatro cabelleras rubias en redadas por el viento, que hacía bailar las cortinas, saludándolas a su paso. Convirtiéndose en efímeras esculturas de aire.
Un cuarteto de ensueño, que como Gueisas, ha hacer feliz a su señor se disponían.

Después de las presentaciones y antes de despedirse, con un guiño de complicidad, abrió una caja de madera y me tendió una bolsa, con otras pequeñas, al interior de esta.

Cada uno se marcho con sus acompañantes. A una de ellas, la conocía de un programa, que pasaban en la tele Italiana. Y la otra chica un poco mas baja, pero con un cuerpo y una clase que son raras en la misma persona.

Llegamos a un gran camarote, nos duchamos con agua de mar dispuestos unificar sabores. Sentados en el sofá, la gran rubia abrió las hostilidades, preparando tres rayas que no se las saltaba un galgo. De una farla, que ni en mis viajes por Sudamérica, probé tan pura.

Úrica, que supongo era el nombre de guerra de la gran rubia, conocía bien las hartes, de la batalla que se preparaba. Acaparó toda mi atención, mientras su colegui se despistaba, preparando unos tequilas. 
La grande pasó al aseo y aproveché para conocer a la Francesa.

Se acercó ami tímidamente y en su lengua me pregunto algo. Como yo no entendía, por señas le invite ha sentarse ami lado, Le cojo su mano y con asombro sentí que temblaba.
Busque su mirada con la mía y no pude hacerlas coincidir. Las sensaciones que trasmitió a mi mano temblorosa, por el tacto de la suya. Eran dela misma intensidad que su mirada esmeralda, que al final pude acariciar con la mía.

Cerré los ojos para descansar mi alma reflejada en su extrañeza.
De aquella corta, pero intensa paz, las lagrimas que afloraron a ellos. Me obligaron ha abrirlos y me vi envuelto en su calma.

Y para culminar la noche, hicimos largos de amor, en la redonda cama de agua.

Me despertaron unos golpes rápidos y contundentes en la puerta de mi camarote, miré a cada lado de la cama, constatando que estaba solo. Los insistentes golpes me llevaron hasta la puerta, abrí y allí estaba el joven, que hizo subir las chicas la noche anterior.
Míster Peeter le espera para el desayuno en media hora. Tuve tiempo de darme una ducha esta vez de agua dulce.

Me recibió, con el mismo gesto cómplice, que me había despedido. Preguntándome, si había dormido bien, asentí con la cabeza y me senté en la mesa. Quiso saber, después de haber echo un gesto a la sirvienta, para que me diera el desayuno.
¿Como han estado las chicas?
La grande muy generosa y la otra más tímida, pero haciendo la media salve mi noche.

Le pregunté si les podía decir adiós, respondió a Úrica si, pero la otra estaba camino del aeropuerto. Con destino de algún país árabe, para integrar un harem o algo así.

Me despedí de mi anfitrión con un haré lo necesario y un fuerte apretón de mano.

Estuve vigilando a los dos hombres y a la chica, estaban muy pendientes de los movimientos de esta. Introduje la mano en la papelera, dejando caer las cerillas encendidas, con los petardos.
Creando una gran confusión.
Entre carreras y gritos, llegué donde estaban los tres, agarré el brazo de la joven y la hice volar literal mente hacia la escalera, por la que había previsto escapar.
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Fue la semana mas luminosa de mi existencia, que guardo con mucho celo, en mi jardín secreto.
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Entramos por el parking al abrigo de miradas indiscretas, un hombre nos esperaba en la puerta del ascensor.
Cuando el aparato se paró, nos dirigimos a la habitación, donde le harían la estética al día siguiente. La deje en las manos de mi amigo Carlos, el propietario de aquella clínica, perdida entre los frondosos bosques de pinos. Le dije al cirujano:
“nada de fotos y volveré a buscarla cuando me llames”
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La joven estaba paseando por el parque sombreado, por los verdes arboles, haciendo conocer su nuevo rostro a aquella naturaleza.

Cuando escuchó el frenar de un coche, en el camino que aboca en la clínica, tomó un escondite y pudo observar la escena de cuatro corpulentos personajes, que cerraban las puertas, con las ruedas hundidas en la grava.

Encorvó su silueta y replegada sobre ella, alcanzó un anexo del gran edificio, donde guardan los jardineros sus herramientas. 
Se enfundo con celeridad en un mono que vio colgado en la pared, con tres patadas arranco la moto, se puso el casco y se perdió en la natura.