Mientras el vivir lo tuvo ocupado, con
trabajos, hijos, enfermedades. Etc. No tuvo tiempo de ocuparse de las respuestas, a las
preguntas que se hizo siempre.
Ya no tenia obligaciones, sus hijos
eran mayores, la casa pagada por su trabajo bien echo. Y la esposa,
que hacia guantes y calcetines de lana para sus nietos. Porque decía
que los peques necesitaban el calor en las
extremidades, pues si estas estaban calientes, llevarían el
bienestar a sus pequeños cuerpos.
Sus días estaban llenos de pequeñas
cosas para que la gente que la rodeaba, fuera feliz.
Sin saberlo avía echo los deberes pero
a ella también le faltaba algo y le sobraba vitalidad.
Decidieron visitar a un viejo amigo,
instalado en Cayenne, en Guyane.
Francaise.
El viaje duró una eternidad, o al
menos eso les pareció, pues tenían unas ganas enormes de llegar y no sabían porque.
Uno de los hijos del amigo vino a
buscarlos al aeropuerto. Era un Indio con la mirada dulce y
tranquila, que emanaba paz.
Condujeron toda la noche y parte de la
mañana siguiente, cuando vieron
las pistas por las que tenían que
pasar, si hubiesen sido católicos, se abrían persignado.
Aquel viejo 4p4, del que dudaran que
rulase máximo 10 km, les llevo a su destino y lo mas extraño es que
no tenían agujetas. El amigo los esperaba sentado en una gran piedra
negra que nadie savia, como y quien la puso allí, entre toda
aquella lujuria de verde.
Después de los saludos fraternales que
se pasaran unos a otros y siendo la hora de comer,se dispusieron a ello.
Ya sentados delante de todos aquellos
manjares, compuestos de hortalizas y frutas, el anfitrión les tendió
unas piedras negras, pequeñas como una manzana y parecía del mismo
material que el enorme pedrusco que se haya justo a la entrada del
poblado.
Explicándoles que era su regalo de
bien venida.
EL viejo Indio Matoury tenia una
familia numerosa de 12 hijos, de los cuales 6 mujeres y 6 varones, lo felicitó por el tino y a su esposa
le preguntó, si no era duro ocuparse de aquella prole?
La mujer con una sonrisa que encendió
su cara, con la naturalidad de un niño, contestó que todos sus días
eran una bendición, gracias a su familia y a todos los que la
rodeaban.
La invitada adoptó inmediatamente a
todos los pequeñines, jugando con ellos y contándoles cosas de nuestra civilización. Un poco
desubicada porque allí no servían de nada los guantes de lana y empezó hacerles, muñequitas y
otros juguetes que los niños del vilage, se pasaban unos a otros. A su forma, revoluciono aquella menuda algarada.
Los hombres salieron ha visitar
aquellos parajes, que parecían sacados de una época remota y de una virginidad increíble y aquel
verde esmeralda que predominaba en las aguas, mandando sus rayos de miles de reflejos, vistiendo
las plantas y arboles de un color que no podría describir.
Pero que te irradiaba una paz, como
cuando miras un recién nacido y te sonríe.
Al oscurecer, nos sentamos en la gran
roca que te daba la bienvenida. Estuvieron mirando las estrellas y de pronto el Matoury le
preguntó ¿porque no eres feliz, ahora que no tienes obligaciones y puedes consagrar tu tiempo, en ti y en
tu esposa?. Siguió mirando las estrellas y con voz apesadumbrada, le respondió. EL fruto de la higuera cuando llega a su madurez, se
acicala de sus mejores rayas, como para que adivinemos la miel que
esconde dentro. Ofreciéndose a cualquier ser que necesite saciar el hambre.
Yo después de una vida empujando al
viento, me encuentro sin esa miel para dar a nadie, como ves no tengo muchas razones para
estar en paz, con migo mismo.
El viejo indio que se llamaba Marcos,
en memoria de su padre, de su abuelo y de su bisabuelo que avían
tomado el nombre, de un antiguo esclavo Español, que fue liberado en
1848, cuando fue abolida la esclavitud. Y aquel esclavo era mi
tatarabuelo.
Aquel primer Marcos, que fue un
verdadero rebelde, por esto su antiguo estatus de esclavo.
Cuando les liberaron, viendo que
seguían las masacres y todas las abominaciones que el hombre es
capaz, contra sus iguales los indios, blancos, negros o amarillos.
Decidió que se marcharía de allí.
Un día defendiendo a unas pobres
chicas indias, que intentaban vender sus frutas, se vio obligado ha
matar a tres sujetos que abusaban de ellas, agarro los tres caballos
de los violadores y raudo como dicen que era, llevó a las chicas al
poblado, escondiéndose así de los que querían su piel.
Mi tatarabuelo se instalo en el poblado
de los Matoury y un año más tarde, tenia un lindo bebe, con una de
las chicas que salvara, llamada por el, pequeña esmeralda por sus
ojos verdes y su pequeña talla. Dicen que tuvieron 4 hijos rubios,
como el trigo en el mes de agosto. Y que cuando tuvo que subir aquel
barco, los cielos se entristecieron y llovió como nunca vieran.
Al Tatarabuelo le dieron el ultimatun,
o se entregaba, o arrasarían el pueblo con sus habitantes.
Es así como el primer Marcos salió de
Cayenne en 1867. Llegando a la península ibérica en 1876.
Y creando otra rama familiar, de la que
yo provengo.
Siempre hemos conocido la historia,
pero yo soy el primero ha visitar a estos familiares, en muchos de ellos corren los ADN de mi familia.
Es algo extraño lo que nos ha traído
hasta a qui y esto era lo que me entregaba mi pasado, según decía nuestro ultimo Marcos. El
que seria a partir de este día mi guía espiritual.
Marcos miró hacia donde yo estaba,
diciéndome con una sonrisa, no te preocupes que pronto llegaras a
higuera. Pronto vendrán a ti los que hoy están como tu y no saben
como dar sus frutos.
Arraigate, como lo hace la higuera en
la tierra, con el propósito de tomar contacto con la madre natura y
ella te enseñará el camino ha seguir, con humildad, en silencio. Te
pedirá que mires en tu interior para que encuentres tu luz y de esta
forma, alumbraras las luces parpadeantes que te rodean.
¿Y esta luz en mi interior, crees que
la veré?, mirándome con intenso amor me pregunto ¿y tu, lo crees?
Migueliux.
Genial Hermano. Me quito el sombrero.
RépondreSupprimerUn abrazo.
Gracias hermano. Continuaré y te contaré para que eran las piedras
RépondreSupprimernegras que me regalo, el indio Marcos.
Saludos fraternos.