Mi
viejo Pino se muere
un poquito cada otoño,
cuando ve que sus vecinos
revisten de grana y oro.
Pierde
el color verde claro
que animan sus ramajes,
cuando desde arriba mira
y ve la gran desbandada
que los vientos organizan,
arrancándoles sus
trajes.
Porque
se sentía muy solo,
he plantado a su costado
un Olivo centenario
y
el pino desde las nubes
tiene mucho mas cuidado
dejando caer sus
piñas,
para no dar al anciano.
Le
he rodeado el tronco
con flores azul muy claro
y para darme las
gracias
a pintado sus agujas
del color que tanto amo,
ese verde
esperanza
que nos anuncia el verano.
Entre
sus frondosas ramas
con su permiso y cuidado
voy hacer una cabaña,
con tablas de sus hermanos
que pintaré de colores
para que no pueda
ver,
la sangre que derramaron.
El
pino ya estaba aquí,
cuando mis hijos llegaron.
Un día el mas
pequeño
muy nervioso y enfadado,
cogió un hacha que tenía
con el
hierro afilado,
pegó con toda su fuerza
dejando su piel
maltrecha...
ya no estaba enojado.
Quiero
pedirle perdón
a mi pino solitario
de sus hermanos cortados,
cuando
tomé posesión
de la casa sombreada,
por sus verdeantes brazos.
Hace
unos años de ésto
yo quería ver muy claro,
no quería visitantes
que yo no hubiera invitado,
creyéndome
dueño y señor
de esos troncos arraigados.
El
árbol siempre se cura
de todos los malos tratos
y ayuda al que los
infringe,
les da su sombra sus frutos
y nos regala la vista,
con su
honorable esfinge.
¿Cuando seremos conscientes
que el calor de los veranos,
es mucho mas
llevadero
al cobijo de estos bravos?
que hacen que en el invierno
se
unan todos los seres,
al calor de sus encantos.
Si
respetamos al niño
y hacemos un buen humano,
un día dará los
frutos
que nutrirá a su hermano.
Con
los árboles tenemos
la misma obligación,
debemos de protegerlos
cuidarlos con el cariño,
que prodigamos al niño
que mora en tu
corazón.
.
Migueliux
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