El invierno del 1984, fue de una
crudeza histórica, llegamos hasta menos 35 grados en los Vosgues, donde tenían
una bonita propiedad mis suegros.
Recuerdo como pestaba Philippe, cuando
tenia que poner en marcha algún camión. El gasoil se helaba, las
cerraduras y los tubos de agua que no estaban aislados, o enterrados a cincuenta centímetros reventaban, con la presión que ejercía el agua al pasar de liquido a solido.
Mi suegro tenia una empresa, que
también se dedicaba ha enyesar, restaurar Iglesias y edificios antiguos.
El hombre era un gran profesional y una
buena escusa para su amigo Marc, cuando alguien preguntaba por mi.
Era corriente entre empresarios de prestarse a los obreros, para
finalizar en su tiempo los trabajos, para así
evitar penalizaciones, por retrasos de obras.
Marc y Philippe eran grandes amigos
desde la infancia. El padre de mi suegro, fue el primer obrero que tuvo, el progenitor
de Marc, cuando fundó la empresa en el año 1925.
ººººººººº
Después de haber barrido, una
superficie que consumiera 20 cepillos de pelo duró de plástico
y otras tantas escobas. Hablé con
Marc, para que me pasara al equipo, que en dos meses partiría rumbo a Arabia S. Para
finalizar los trabajos en el palacio, de su alteza real.
Tenia ordenes de Bruselas de viajar con
los obreros y traerles un dossier lo más completo posible, de los diferentes sitios
estratégicos y un máximo de información de sus dignatarios.
Llegamos sobre las 3 de la tarde, bajo
un sol plomizo, hacia tanto calor que si tirabas agua al suelo, se evaporaba antes de
llegar.
La cosa no seria sencilla, aun teniendo
visas especiales, nos vigilaban muy estrechamente.
Al día siguiente, fuimos escoltados a
el palacio y hasta la semana siguiente, no bajaron la guardia.
En esta época empezaban ha equiparse
de ordenadores y estaban trasladando, miles de dossier,
hasta una sala de unos mil m2. Nosotros
teníamos que hacer un especie de gran sarcófago,
que escondería todos estos dossier y
los aislaría de miradas indiscretas, hasta que todo estuviese
informatizado.
Se trataba de hacer tabiques en placas
de yeso, completamente cerrados y pintado de una pintura especial,
que dejaría ver cualquier mínimo rasguño.
Yo fui unos de los montadores y pude
después de muchos intentos, en una esquina introduje un
cable, extremamente fino, pero
resistente. Que cada noche desmontaba y volvía ha disimular, cuando
llegaba la madrugada.
Estuve como tres semanas, noche tras
noche, fotografiando todo lo que me parecía relevante.
A los dos meses, llegaron vía París
el equipo de limpieza, que yo quitará un tiempo atrás.
Después de ayudar al Momo y los suyos
ha instalarse, nuestra labor tocaba su fin.
Nos disponíamos ha partir al
aeropuerto, cuando aparecieron dos Lang Robert y descendió
un Árabe de unos treinta años, que se
dirigió hacia nosotros.
Yo pensé en la Arguila de un metro
diez, que había cogido prestada, de uno de los salones donde
el baranda se ponía ciego. Cinco kilos
de oro de 24 k.
Cada trozo se ajustaba al siguiente,
con una precisión, de relojero.
El joven se dirigió a nuestro jefe de
equipo y con una sonrisa le entregó un sobre, de parte de
su majestad, por el buen trabajo
realizado durante aquellos meses.
Nuestro encargado con la voz
temblorosa, le dijo merci milord. El moro sonrió condescendiente-
mente y se alejó con un gesto estudiado, ejecutado con su capa
blanca.
Llegamos en el tren proveniente de
parís y mi bella dama esperaba en el anden con mi pequeña.
Mientras avanzábamos por el pasillo
mirándolas, sentí cuanto las amaba.
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